Cuando hablamos de la apariencia de la piel y los cambios en el tejido graso, términos como celulitis y lipedema suelen generar confusión. A simple vista, pueden parecer similares, pero detrás de cada uno hay factores y características que los diferencian. Comprender sus desigualdades y puntos en común es clave para identificar y abordar cada condición de manera adecuada.
En este artículo, exploraremos cómo se relacionan entre sí y qué aspectos los distinguen, para despejar dudas y fomentar un conocimiento más claro sobre ambos temas.
¿Qué es la celulitis y qué factores la generan?
La celulitis es una afección cutánea que se caracteriza por la acumulación de grasa bajo la piel, formando hoyuelos o una apariencia irregular, comúnmente en áreas como los muslos, glúteos, abdomen y brazos. Ocurre cuando las fibras de tejido conectivo que unen la piel con los músculos subyacentes tensan ciertas áreas, permitiendo que la grasa sobresalga y genere este aspecto. Aunque no es peligrosa, puede ser un motivo de preocupación estética para muchas personas.
- Genética: la predisposición genética puede influir en la estructura de la piel, la distribución de grasa y la aparición de celulitis.
- Hormonas: desequilibrios hormonales, especialmente de estrógenos, insulina y cortisol, pueden favorecer su desarrollo.
- Estilo de vida sedentario: la falta de actividad física puede reducir la circulación y favorecer la acumulación de grasa.
- Dieta poco equilibrada: consumo excesivo de grasas, azúcares y sal, y falta de fibra en la alimentación.
- Hidratación insuficiente: no beber suficiente agua puede dificultar la eliminación de toxinas y empeorar la apariencia de la piel.
- Fumar: el tabaco deteriora la calidad de la piel y afecta la circulación.
- Estrés: puede alterar el equilibrio hormonal y favorecer la acumulación de grasa.
- Fluctuaciones de peso: cambios constantes en el peso pueden debilitar la estructura de la piel.
¿Qué es el lipedema y cómo se forma?
El lipedema es una enfermedad crónica que consiste en la acumulación anómala y desproporcionada de tejido graso subcutáneo, principalmente en las piernas, muslos, caderas y, en algunos casos, en los brazos. A diferencia de la obesidad, esta condición no afecta las manos ni los pies, y se caracteriza por dolor, sensibilidad al tacto, hinchazón y una apariencia irregular de la piel. Aunque es más común en mujeres y puede confundirse con sobrepeso, el lipedema tiene un componente genético y hormonal significativo.
Predisposición genética: Muchas personas con lipedema tienen antecedentes familiares con la misma afección.
Alteraciones hormonales: Su aparición suele coincidir con cambios hormonales, como la pubertad, el embarazo o la menopausia.
Disfunción del tejido adiposo: Las células grasas en las áreas afectadas crecen de forma anormal, provocando su acumulación desproporcionada.
Problemas linfáticos: Aunque no siempre está relacionado con el sistema linfático, el lipedema puede afectar la circulación de la linfa y provocar hinchazón adicional.
Inflamación crónica: Se asocia con un estado inflamatorio persistente en el tejido adiposo afectado.
Estilo de vida: Aunque no es una causa directa, la falta de actividad física o una dieta desequilibrada pueden agravar los síntomas.
¿Qué diferencias existen entre la celulitis y el lipedema?
El lipedema y la celulitis son condiciones diferentes que afectan la apariencia y la salud de la piel, aunque pueden parecer similares a simple vista. La celulitis es un problema estético que ocurre por la acumulación irregular de grasa debajo de la piel, formando hoyuelos o una textura ondulada. Sus factores desencadenantes incluyen genética, desequilibrios hormonales, estilo de vida sedentario, mala alimentación y deshidratación. Aunque puede ser incómoda y estéticamente indeseada, no representa un problema grave de salud.
El lipedema, en cambio, es una enfermedad crónica del tejido adiposo que provoca una acumulación desproporcionada de grasa en las extremidades, especialmente en las piernas y, en menor medida, en los brazos. A diferencia de la celulitis, el lipedema está acompañado de dolor, sensibilidad al tacto y una tendencia a hincharse debido a una posible disfunción linfática. Es un trastorno que tiene un componente genético y hormonal significativo, apareciendo en etapas como la pubertad, el embarazo o la menopausia.
Desde el punto de vista de la salud, el lipedema es más grave porque puede generar complicaciones como linfedema (acumulación de líquido linfático) si no se trata adecuadamente, además de limitar la movilidad y afectar el bienestar emocional.
¿Cómo prevenir y tratar la celulitis?
Para prevenir y combatir la celulitis, es clave mantener una dieta equilibrada, practicar ejercicio regularmente, hidratarse bien y evitar el tabaquismo. Tratamientos estéticos como masajes, radiofrecuencia o cremas anticelulíticas también pueden ser efectivos.
¿Cómo tratar el lipedema?
Actualmente, no se ha encontrado una solución científica para prevenir el lipedema, pero sí para combatirlo y minimizar sus molestos efectos. Además, cabe destacar que el diagnóstico temprano es clave para controlar el lipedema y evitar complicaciones. Si tienes antecedentes familiares o notas signos sospechosos, como un aumento de volumen en piernas o dolor inexplicado, consulta a un especialista, como un médico vascular o un dermatólogo.
Aunque no se pueda prevenir en su totalidad, adoptar hábitos saludables y recibir atención médica adecuada puede mejorar significativamente la calidad de vida de quienes están en riesgo o ya padecen lipedema.
Como hemos comentado, el lipedema requiere de un enfoque médico. Entre sus terapias más efectivas se incluyen las terapias de compresión, el drenaje linfático manual, practicar ejercicios de bajo impacto (como natación o yoga) y, en casos avanzados, cirugía especializada como la liposucción asistida con agua. La intervención temprana es fundamental para evitar el progreso de la enfermedad.